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El dolor de espalda no se trata tanto de una maldición como
del peaje que hemos de pagar por habernos puesto en pie: si hubiéramos seguido
caminando ‘a cuatro patas’ no nos dolería. El paso a la bipedestación, ese
salto evolutivo que tantas ventajas nos proporcionó como especie, también
propició que fuéramos cargando sobre nuestra región lumbar todo el peso de
cervicales, cráneo, tórax y brazos. Y ahí estamos, con la espalda hecha unos
zorros.
Pero no culpemos solo a la evolución: aunque la postura
erecta nos otorgue esa predisposición, cada uno de nosotros somos responsables
del ‘mantenimiento’ de la columna y de los músculos que la sustentan. Se estima
que entre el 80 y el 90 % de las personas tendrá dolor de espalda en algún
momento de su vida. Pues bien, la inmensa mayoría de ellas tienen un tipo de
dolor banal, ocasionado por falta de ejercicio, posturas incorrectas, poca
formación muscular, envejecimiento…
El ejercicio físico –o, más bien, su ausencia–, suele estar
detrás de los problemas de lumbago. “SI nos duele la espalda es porque no se
nos ha aplicado el tratamiento adecuado. Pero si el dolor va y viene, es porque
somos vagos y no hacemos la actividad física necesaria, que realizada de manera
regular disminuye el riesgo de padecer lumbalgia”, asegura el doctor Francisco
Kovacs, director de la Red Española de Investigadores en Dolencia de la
Espalda, cuya máxima favorita es “no hay excusas para vagos”.
Desde su experiencia, el doctor Kovacs señala también que
“conviene conocer las normas de higiene postural, pero eso no debe cuestionar
el hecho de que lo realmente importante, en todos los casos, es mantenerse
físicamente activo y hacer el ejercicio necesario para tener una musculatura
tan potente, resistente, coordinada y entrenada como sea posible”.
Con estas conductas, su molestia no desaparecerá, pero le ayudará a evitarlas:
Reposando. Salvo en momentos de dolor agudo, el reposo –más
aún si es en la cama– ha quedado desterrado, porque prolonga innecesariamente
la duración del dolor y facilita que repita más adelante.
Dando la espalda al deporte. Hay que procurar mantener el
mayor grado de actividad que el dolor permita, porque el movimiento mejora el
riego a la musculatura y tejidos de la columna, lo que acorta el tiempo de
recuperación.
Dejando la bicicleta en casa. Un error habitual es pensar
que el dolor de espalda se va al caminar, y no es así. Para fortalecer la
musculatura de la columna es mucho mejor la bicicleta estática y la natación.
Durmiendo en un colchón muy duro… o muy blando.
Contrariamente a la creencia popular, no es cierto que se aconseje un colchón
muy duro para el dolor de espalda. Uno de firmeza media mejora la intensidad
del dolor y el grado de incapacidad física. Debe ser también firme y recto,
pero suficientemente mullido como para adaptarse a las curvas de la columna.
Está contraindicado un colchón demasiado blando, pues en él la columna flota
sin sujeción.
Masajes relajantes. Cuando el dolor aparece de forma
repentina y no viene acompañado de aumento de la temperatura local un masaje
relajante en la zona puede aliviar el dolor y ayudar la musculatura a relajarse
y a usted también.
La higiene postural y la ergonomía enseñan a hacer todo tipo
de actividades del modo más seguro y liviano para la espalda. En la web de la
espalda se explican normas aplicables al trabajo, las actividades domésticas y
los distintos tipos de deportes.
Fuente: Buena Vida, de El País
Web
de la Espalda: espalda.org
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