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Casi tan importante como el masaje en sí, es el local donde
se realiza la sesión. Estaremos todos de acuerdo que no es lo mismo recibir un
masaje en casa, en la cama o en otro local donde se pueda tumbar, que en una consulta
especialmente preparada para recibir a un paciente. Desde el aceite o crema que
se elija para hacer el masaje hasta la temperatura del ambiente, todo detalle
cuenta para hacer de la sesión un momento único para relajar el cuerpo y la
mente.
Empezando por la camilla, hay un mundo de modelos y tipos,
más o menos indicado según el tratamiento que se realice. En los salones de
estética, por ejemplo, lo más común es encontrar camillas fijas, sin cavidad
para la cabeza - o cabezal extensible. Éste hueco es el que permite que la
columna vertebral esté completamente recta, con todos los discos vertebrales
alineados incluyendo las cervicales. Además, estas camillas estéticas no se
pueden regular a la altura idónea de cada paciente, lo que acaba comprometiendo
el buen desarrollo de las manipulaciones. Si lo que buscamos es un masaje
terapéutico, lo más adecuado son las camillas de quiromasaje o
fisioterapéuticas, con todas éstas funciones además de ser mucho más estables.
Otro factor a tener en cuenta es la luz. Una luz tenue,
indirecta, tiene un efecto sedante y actúa como relajante extra, sobretodo al
final del masaje. Después de estar una hora o más con los ojos cerrados,
abrirlos y “encontrarse” con una luz muy fuerte nos sacaría demasiado rápido de
la sensación placentera provocada por las maniobras del quiromasaje.
La música también desempeña un papel fundamental durante la
sesión. Es ella la que marca mis movimientos y mi respiración, como un baile.
Cada acorde es como una invitación a que mis manos se deslicen sobre el cuerpo,
abarcando todo el músculo de una zona, como una caricia firme y llena de amor.
Los que ya me hayan visto alguna vez trabajando (estuve toda la temporada de
verano del año pasado trabajando en Sitges, con una especie de “chill out”
montado a pie de playa, con mi camilla, mis aceites y al compás de las olas)
dicen que yo “bailo” sobre los cuerpos. Sí, es así como trabajo, bailando al
compás de las canciones.
En cuanto a aceites y cremas para masaje, también hay para todos los gustos.
Normalmente solemos partir de una base de aceite de germen de trigo, de
avellanas o almendras y mezclarlo con crema de masaje (sin parafina) y gotas de
esencias, dependiendo del tipo de tratamiento.
La cabina debe ser lo suficientemente amplia para
evitar la sensación de enclaustramiento y también para que el profesional pueda
moverse libremente alrededor de la camilla. Hay que estar atentos a nuestro propio cuerpo, nuestra herramienta de trabajo.
Lo demás es venir a la sesión sin prisas, intentar
desconectar ni que sea por un momento de todo lo que ocurre fuera de la cabina
y acordarse de que el momento de recibir un masaje es casi sagrado. Ponemos
nuestro cuerpo a disposición de otra persona para que nos cuide, nos mime, nos
dé conforto a nuestras dolencias y para Respirar lenta y profundamente, escuchar
la música, sentir como las manos recubren el cuerpo y dejarse llevar por esta
sensación de paz…
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